6.4.07

Ray

Hasta que se descongele el proyecto paginero Reality Tropezones se abre como las entrañas de Madrid ante las tuneladoras para recoger otras voces, nuevos temas, distintos enfoques y soplos diferentes que alivien algo el vórtice rodiano de la tribuna, lo que lejos de desnaturalizarla la completa pues un tropezón no es una partícula libre que actúa aislada de las demás, sino que es en el conjunto de la masa potosa donde toma y compone su conciencia social e individual, desde el contraste con sus tropezoncillos semejantes.
Las primicias se las llevan Cris y el cine.

RAY


Drama biográfico
USA. 2004
Director: Taylor Hackford
Intérpretes: Jamie Foxx, Kerry Washington, Regina King, Sharon Warren
Guión: Taylor Hackford y James L. White
Calificación: * * *




Taylor Hackford (responsable, entre otras, del hito romántico de los ochenta “Oficial y Caballero”; “Pactar con el Diablo”-popurrí de “El corazón del ángel” y “La semilla del diablo”- o la interesante “Dolores Claiborne” y que en 1987 rodó un documental sobre otro de sus ídolos musicales, Chuck Berry) es un director eficaz que compone en “Ray” una película vistosa y elegante que sin embargo no aporta nada nuevo al género de las biografías cinematográficas. Narra con corrección la historia personal y profesional del genio musical desde sus inicios hasta su consagración, intercalando “flashbacks” de la infancia del protagonista y esplendorosos números musicales (para mí, lo mejor de la película) que cantan la vida de Ray Charles Robinson.

El peso de la película recae sobre la imitación e interpretación(¿?) de Jamie Foxx que plasma perfectamente al músico y su coreografía corporal, recordando a sus inicios como cómico en la televisión norteamericana en el mismo programa del que también salió Jim Carrey, “In Living Colour” (¿por qué aún se le exige a un intérprete que encarne papeles dramáticos- como es el caso de Foxx con “Collateral” y “Ray”- para que se le tome en serio como actor?).




Los demonios y fantasmas de Charles sobrevuelan la historia basada en un flojo guión (del que el director es coautor) donde no se explican los súbitos cambios del protagonista y quedan desdibujados tanto los personajes que le acompañan como el conflicto racial de fondo. Es interesante ver cómo al (externo) éxito profesional le sucede el (interno) fracaso personal pero da la sensación de que lo que pretende el director es justificar al mito, drogadicto y mujeriego pero ante todo genial, a través de sus traumas infantiles y que el espectador simpatice con él (curiosamente este planteamiento se opone a la doctrina que dura pero emotivamente le inculcó su madre). La película mantiene el interés aunque llega un momento en el que uno siente estar ante un “telefilme” a lo grande que se vuelve más típico y tópico conforme llega al final, finiquitándose el “asunto drogas” en el último cuarto de hora de metraje y poniéndole una rápida solución a los problemas de Ray con una mágica sesión de psicoanálisis. Se nota que es una película hecha por un “fan” para los “fans”, que se deja ver aunque lo que perdurará será el señor que le da nombre.

Cristina M. Portocarrero

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