
Uno de mis tímidos fieles lectores, esos que puedo contar con los dedos de una mano y que con su retraimiento a la hora de comentar hacen que esta ventana se empañe sólo con mi aliento en un simulacro de onanismo virtual apenas desmentido por unos pocos salteadores blogosféricos de fidelidad prusiana, me preguntó por qué había expresado en una entrada anterior mi inclinación hacia las mujeres comprometidas, si era por tocar las narices, llamar la atención o por mi innata tendencia a arrastrar conmigo a los demás en una demencial espiral de crapulismo insomne y gozoso, por más que por regla general infructuoso. Sin razón alguna que no fuera una estupidez congénita le respondí con incuria si no con flagrante premiosidad que junto a Shanon Doherty y Marta Sánchez mis primeros romances fueron con Emma la casquivana inocente y dos Anas, una en la heroica ciudad que dormía la siesta y otra aficionada a los trenes. Creo que voy a desarrollar paulatinamente un anticurso de contraliteratura para compensarlo. Puede tener su interés, advierto, viniendo del futuro autor de Las virtudes del infortunio, un ejercicio de teúrgia inevitable en estos tiempos difíciles para seguir zascandileando con un pretexto tan encomiable como los que merece toda empresa que se presume difícil, baldía e inofensiva.
Feliz San Patricio a todos los beodos de buena voluntad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario