
No, tranquilos todos, no vuelve el tito Rodia en su papel de implacable, insobornable, lúcido y ubérrimo crítico cinematográfico. Además, que de estar por la labor no perdería el tiempo con tonterías manifiestas como la película de Almodóvar del mismo título que esta entrada que, al igual que su trayectoria de la última década -con la honrosa excepción de Volver- es un cúmulo de sinsentidos y cutreces pseudomodernas de la que sólo salvo el personaje de Alicia en Hable con ella -os podéis imaginar el por qué sin tener que echar mas que un vistazo a este blog-. Algún día veré sus primeras obras y tal vez entonces cambie mi consideración sobre el celebrado director manchego.
La mala educación es la mia. Si, queridos niños, soy un quinqui de apariencia gafapastosa, un protervo con ademanes de hermana vicenciana, soy a la sensibilidad social lo que Dani Martín al saber cantar: una aporía insuperable. Sé que ninguno de los que me conocéis pensáis que exagero -cabrones-, pero como una gran parte del humano género aún no ha accedido al conocimiento de mi -tranquilas chicas, todo llegará- y está en su legítimo derecho de caer en el error de pensar bien de los demás, les ilustro con un bocadito de mi realidad cotidiana: ¿sabéis el típico tio que al coger un autobús a media mañana, cuando estos van a reventar de viejitos, se coloca unos auriculares blanco pasión (ein!!), enciende el mp3 y se hace el dormido apoyando los pies sobre los asientos reservados a las personas mayores, embarazadas-normalmente mujeres- o con algún impedimento físico? Pues ahí me tenéis retratado.
p.d.: Y para colmo el pasado viernes empecé a fumar puros. Soy un perdido, definitivamente.
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