
Normalmente los títulos de las entradas guardan algún tipo de relación con el contenido, pero no creo que sea éste el caso, aunque puede que me equivoque, ya que no sé que poner y me dispongo a teclear para despejarme un poco cuando me viene a la memoria la magistral novela de Esterhazy de igual nombre. Armonía celestial...titilan las cosas que titilan al pronunciar esas dos palabras. Está comprobado que la armonía es armoniosa y guarda armonía entre todas sus partes. Quién lo diría.
No, la verdad es que no es buena idea para aclarar las entendederas el confesionario virtual. A menos, eso sí, que uno tenga ánimos para desvelarse por completo. Pero no es la ocasión: me gustan mis secretos y prefiero disfrutarlos aunque algunos me pesen como ignominias, que diría Gunter. (Ojalá los míos alcancen tal longevidad)
La biografía que Charles Nicholl realizara de Leonardo se titulaba exactamente Leonardo. El vuelo de la mente. La mía ahora se arrastra lastimera como un cuervo tetrapléjico, o tal vez sólo alicaído, en todos los sentidos.
Hora del café.
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