26.7.06

El Código da Vinci

O una de las mayores aberraciones que he visto en mucho tiempo. Después de asistir a la proyección pensé en hacer una crítica seria, dentro de mis posibilidades, de lo visto, ya que al fin y al cabo seguro que es una de las pelis que más de vosotros conocéis, dada la resonancia del librito y el bombo que la propia película recibió, en muchos sentidos y de diversas formas. Pero una semana despúes del espectáculo me parece realmente complicado no tomársela a broma de mal gusto, por aquello de la pasta que te soplan en los cines de Madrid.
Yo no me cuento entre los que anatematizan al señor Brown por escribir una novela, da igual el tema que trate. Mientras no se defienda la violencia, se loe la intolerancia, denigre, veje, ridiculice o criminalice las creencias de nadie y se alimente el odio hacia nada me parece muy legítimo construir las ficciones que a uno le vengan en gana. Alguno pensará en la polémica suscitada a propósito de la imagen que supuestamente se presenta del Opus Dei y de la afirmación inicial que hace el autor en la que afirma la veracidad de no recuerdo que cosas exactamente. Vaya, a mi todo esto me suena sencillamente a hipersusceptibilidad, radicalidad, fanatismo y marketing. Si uno es tan pimpín como para ir a la sección de "Novela" o de "Ficción" de una librería y tomarse lo que allí dicen como verdad incontrovertible pues que se lo haga mirar.
La película...bufff, que cosa más tremebunda. Nunca me he salido de una sala, ni siquiera he contemplado la posibilidad, tal vez porque con muy pocas excepciones suelo ser mínimamente exigente con lo que voy a ver -entre las excepciones está 102 Dálmatas, La Bruja de Blair, Los Ángeles de Charlie y pocas más-, pero para todo hay una primera vez, menos para morirse, salvo que uno crea en las reencarnaciones y esos asuntos.
La peli es lenta de cojones; lo que leído resultaba improbable pero concebible -hablo de la primera parte en sus aspectos de thriller- ahora era inverosímil, descabellado, ridículo y descojonante por momentos. La dirección del señor Howard pasará a la galería de los horrores de la historia del cine y seguramente arda en el Infierno de los Timadores durante varios miles de años, porque eso de que el señor Langdon, que debe ser un especialista en semiología o algo parecido, opere exactamente igual que el señor Nash, el matemático esquizofrénico de Una mente maravillosa, es ingenioso que te pees: si hace una peli de fontaneros habrá que esperar que el digno profesional si plante bajo el fregadero hasta que las tuberías, cañerías y desagües se le iluminen desvelándole sus patologías ocultas. El señor Howard debe pensar que sus potenciales espectadores son así como limitaditos de entendederas y opta por enseñárselo todo, todito todo para que no se pierdan, como en la inefable escena del aeródromo, cuando una vez concluida la acción te presenta a cámara lenta y con música heroica cómo la inspectora Neveau y el eminente profesor e investigador Langdon se escabullen de la policía. Y esas secuencias impagables de recuerdos infantiles de los protagonistas, que son azules y saturadas de luz, porque como todo el mundo sabe cuando uno recuerda todo está así, azul y saturado de luz; o eso o nuevamente el buen hombre teme que no sepamos distinguir lo que nos muestra, porque lo de alternar planos temporales distintos en una narración es algo inédito en el arte contemporáneo y no toda inteligencia humana -los delfines es otro tema- está preparada para entenderlo.
Y los actores, qué decir, cómo hablar, si no encuentro la palabra exacta, que diría Amaral, qué contar de las interpretaciones de Hanks y Tatou. Desde Tracy y Hepburn no se veía una química igual en pantalla, ¿verdad?. La actriz francesa se resentiría en todo caso por el doblaje que le han colocado, que no es que hable con acento francés, ¡es que paguece un chisté de fgranceses, olalá!. Pero no le hace falta esa ayudita para ser una cosa vergonzosa. Pensar que a uno le pueden pagar, y bien, por abrir mucho los ojos, alternar cara de oler pedos, sonrisa y morritos y poco más, me deprime. Está la pava frente al tío que ha matado al que cree su única familia y le abofetea con la misma vehemencia con la que me doy el after shave por las mañanas, por no hablar de cuando se entera de su genealogía, momento en el cual mi hermana, cuyo rostro mudaba de la incredulidad al pasmo y de ahí al asqueamiento con la misma facilidad con la que el gobierno de Israel se pasa la legislación internacional por el forro de los mismísimos, exclamó "¡Si, hombre, la Amelie, no te jode!". La expresividad de la señora Tatou es ligeramente inferior a la de mi dedo gordo del pie derecho, que a veces es impasible de narices, no se movió un ápice ni cuando me enteré de que el bueno de Keith Richards se había caído de un cocotero, que eso si que podría haber sido una tragedia de las gordas. Tom está excesivamente hierático, pareciera que no puede quitar esa cara de trascendencia y solemnidad ni al limpiarse el culo, pero tiene un historial que respeto, así que un mal rodaje lo tiene cualquiera. Bettany está bien haciendo de asesino "opusdeitalibanista" atormentado y Gandalf/mcKelen aceptable, como el resto, sin estridencias.
Si alguno tiene la suerte de no haberla visto, le felicito y le envidio. Gente afortunada.

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