9.4.07

F. Nietzsche: ondas sobre la superficie de un estanque


La evolución toda de Nietzsche es el resultado de su temprana pérdida de la fe religiosa. Evolución que tiene su origen en el "temor de la muerte de Dios", esta emoción inaudita cuyos últimos rugidos repercutirán hasta en la cuarta parte de Zaratustra.

Lo que Nietzsche trata de descubrir, a través de las distintas formas de divinización de sí, es un "sustituto por el dios muerto". En ello podemos ver la supervivencia del instinto religioso en un librepensador, instinto que permanece muy poderoso, incluso después de haberse hundido el dios al que se dirigía. A este dios podemos aplicarle la hermosa imagen de Nietzsche: "Ya se ha puesto el sol, pero alumbra y abrasa todavía el cielo de nuestra vida, aunque ya no lo veamos".

Es preciso igualmente leer en el Gay Saber este conmovedor "Apóstrofe del insensato": "¿Dónde se ha ido Dios? Yo os lo voy a decir, les gritó. ¡Nosotros lo hemos matado, vosotros y yo! ¡Todos nosotros somos sus asesinos! Pero, ¿cómo hemos podido obrar así? ¿Cómo hemos podido vaciar el mar? ¿Quién nos ha dado la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hemos hecho cuando hemos separado esta tierra de la cadena de su sol? ¿Adónde le conducen ahora sus movimientos? ¿Lejos de todos los soles? ¿No caemos sin cesar? ¿Hacia delante, hacia atrás, de todos lados? ¿Todavía hay un arriba y un abajo? ¿No erramos como a través de una nada infinita? El vacío ¿nos persigue con su hálito? ¿No hace más frío? ¿No veis oscurecer cada vez más, cada vez más? ¿No es necesario encender linternas en pleno mediodía? ¿No oímos todavía el ruido de los sepultureros, que entierra n a Dios? ¿Nada sentimos aún de la descomposición? ¡También los dioses se descomponen! ¡Dios ha muerto! ¡Y nosotros somos quienes le hemos dado muerte! ¿Cómo nos consolaremos, nosotros, asesinos entre asesinos? Lo que el mundo poseía de más sagrado y más poderoso ha perdido su sangre bajo nuestro cuchillo. ¿Quién borrará de nosotros esta sangre? ¿Con qué agua podremos purificarnos? ¿Qué expiaciones, qué juegos nos veremos forzados a inventar? ¿La grandeza de este acto no es demasiado grande para nosotros? ¿No estamos forzados a convertirnos en dioses, al menos para parecer dignos de los dioses? No hubo en el mundo acto más grandioso, y las generaciones futuras pertenecerán, por virtud de esta acción, a una historia más elevada de lo que fue hasta el presente toda la historia".

Los sufrimientos causados por la nostalgia de Dios terminan engendrando la necesidad de crear a Dios, y éste no puede más que manifestarse bajo la forma de la divinización de sí mismo. Con instinto seguro, Nietzsche detecta en el fenómeno religioso la expansión suprema del instinto individual, la voluntad de alcanzar los goces supremos del espíritu. En general, este individualismo exaltado, que encontramos en el origen de todas las religiones, este "egoísmo sublime" que anima todas las manifestaciones de la vida religiosa, se expresa libremente porque cree dirigirse a una potencia vital o divina que le es ajena, mientras que en Nietzsche influye sobre él mismo, y vuelve al centro de donde había alido. Por un lado su inteligencia le dice que Dios ha muerto, pero por otro, su instinto no soporta la falta de divinidad. Entonces se ve en la obligación de aplicarse a sí mismo la conclusión audaz que saca de esta contradicción: "Si hubiera dioses, ¿cómo soportaría yo el no ser un dios! Por tanto, no hay dioses". Estas palabras de Zaratustra se pueden comparar a estas otras: "¡Y habrá adoración incluso en tu vanidad!".


Lou Andreas Salomé, Nietzsche, Grupo Cultural Zero, Madrid, 1986.

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