El lenguaje no es puramente referencial, no está relacionado siempre con una experiencia inmediata, pero a través de él estas se articulan.
El giro lingüístico es ese tú y yo que ahora ya contemplo para velarlo. Es esa conjunción, es Y, quien hacía ese tú y yo. Porque tú estabas ahí, siendo quien yo quería querer, y yo al otro lado, sin saber otra cosa de mí mas que lo que deseaba. Lo que nos hacía, o me esforzaba en soñar que así era, tenía un nombre: Y.
Tú y yo éramos una hipótesis que resultó falsada porque falló Y. Y hacía la fórmula aporética. No lo desconocía; sólo albergaba la esperanza de que tardaran más en darse cuenta -que tardaras tú-.
Y anduvo siempre algo esquinado por ese desequilibrio impuesto por mi obsesión de dotarlo de significado y tu desistimiento de considerarlo objeto de atención. Era tan parcial e hiperestésico que resultaba grotesco. En realidad no pasaba de proposición; sin tu visto bueno se desvaneció graznándome en el oído. Aún le guardo duelo. Era un impertinente ese Y, es la verdad, pero era lo que hacía de ambos tu y yo. Y ya no es Y, sino un pequeño y descriptivo, estéril y frío, estatua sobre un pedestal de cartón convertida en testimonio de una historia que conjuro con esta muestra de evergetismo necrofílico: monumento de un aprendiz para una prothesis perpetua - que no se descomponga en silencio, al menos, este cadáver-.
"La herida duele porque duele y no en función de la causa que la produjo".
26.3.07
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario