Estimaciones

Esta tarde un comentario de un amigo me hizo recordar que hoy había convocada una manifestación por el Foro de Ermua en Madrid en respuesta al criminal atentado de Barajas del 30 de diciembre pasado. Es decir, una contramanifestación para criticar al Gobierno de España por su política antiterrorista, para llamar las cosas por su nombre, y que no se me enfade nadie porque sólo hay que escuchar los discursos leídos al final de la misma en los que abiertamente se declara esto -lo que entra en contradicción radical con lo que se proclamó en el momento de su convocatoria, curiosamente-. Mi opinión sobre este tema ya está meridianamente clara y no voy a repetirme, me interesa otra cosa que, creo yo, mueve a risa. (y eso que la frase de Mikel Buesa de que "el Gobierno no quiere la derrota de ETA, el Gobierno quiere el pacto con los terroristas", daría para mucho; pero me contengo, que luego se me acusa de sacar frases de contexto y de ser un demagogo. Claro que para hacer demagogia de calidad en su peor sentido debería ser capaz de soltar frases como la de Buesa, y a eso todavía no llego, afortunadamente)

En puridad es una grosera manipulación que convendría no tomar a broma, pero curados de espanto se puede apreciar lo de chirigota que hay en ella, tal vez la cercanía del periodo carnavalesco tenga algo que ver. En alguna entrada anterior hablé de la mística del millón tan querida por el derechismo patrio ultimamente, sobre todo en los madrileños lares que son, junto con la Comunidad Valenciana, ollas de presión mediática de la derecha. A nadie se le escapa, porque se inventó y teorizó hace mucho, el objetivo de creación de una imagen y sentimiento de unanimidad que haga sentir excluidos a los disidentes y les empuje a adherirse para no sentirse marginados, fuera del cuerpo social, del aparente consenso. Un señor que padeció osteomielitis en su infancia y que a sita Hope -me apropio de la expresión acuñada por Miles- le gusta citar para compararlo con sus rivales políticos sabía mucho del asunto. Esto, en su momento o prudentemente administrado, puede tener cierto efecto. Pero esta hiperinflación constante ya es de coña.

Nada más recordar lo de la manifestación de hoy pensé en escribir una entrada con una sóla frase: ¿Alguien duda de que a la manifestación de hoy asistirán, según cifras de la Comunidad de Madrid, calculadas de manera inconfesada, al menos un millón de personas? No lo hice porque, por una vez, me dije, no voy a pensar que los dirigentes del PP nos tomarán por gilipollas.

Pero miro el periódico y...¡¡Un millón y medio!! Y, faltaría más, sin explicar las razones por las que han establecido esa cifra. La delegación del gobierno, aportando datos sobre el método, da 181.000. Se trata, sin duda, de una enorme manifestación que indica la capacidad de movilización tan notable de la derecha. La misma, por cierto, que otras que carecieron de la declarada intencionalidad partidista y del apoyo económico -imprescindible para contratar, por ejemplo, 300 autobuses- de la de esta tarde y, además, fueron machaconamente sometidas a la polémica y a la crítica destructiva. Pero esas fueron calificadas de minimanis y estas lo serán, con los "datos" de la CAM, de manifestaciones oceánicas. Yo, pese a poder ser un progre manipulador de la peor calaña, prefiero calificar de la misma manera magnitudes iguales: si 175.000 es mucho, 181.000 es mucho y además con una rotundidad ligeramente superior, sin atender a los medios.

"La mitomanía es una característica mucho más común del género humano que la veracidad", escribía Trevor-Roper. En unas autoridades responsables no debiera ser así, es exigible un esfuerzo adicional. Y los ciudadanos que estamos al margen de esas responsabilidades públicas no estaría de más que, por incómodo que resulte, nos aprestáramos a intentar ser respetuosamente inquisitivos y celosos de la verdad, inconmovibles en la determinación por acceder a la realidad de los hechos en lugar de dejar que nos doren la oreja con lo que queramos oir. Si uno sólo quiere escuchar aquello que sirva para confirmar su prejuicio, sin importarle el medio, está desde luego en su derecho y, probablemente se sentirá a gusto y feliz, lo que sería envidiable a no ser por un pequeño detalle: esa felicidad lleva aparejada la estupidez.

Y ahora me voy, que he quedado con un par de amigos -20 según la CAM-.