El Dilema

Al parecer no la cagué en la entrevista. No puedo hacerme el sorprendido, después de todo si yo tuviese que elegir a alguien me escogería a mi, sin dudarlo; lo que resulta llamativo es que no sea el único que lo piense.

Pero no todo el monte es orégano, ni oro todo lo que reluce, ni lo que cae del cielo siempre agua. El dueño consorte de la librería en cuestión se comprometió el pasado martes a llamarme el sábado o el domingo con la respuesta, una vez que hubiera entrevistado a los demás candidatos -supongo que sería un mero requisito formal, los pobres no tenían nada que hacer ya una vez que estuvo por allí el Atila de las entrevistas: después de pasar yo no vuelven a crecer los puestos, pues he arramplado con ellos...con todas sus consecuencias, incluida la extinción de los negocios-. Yo salí con muy mal sabor de boca y el temor de haberla pifiado, pero mantenía la esperanza de que tal vez existiera una posibilidad, y me planifiqué para que, en caso afirmativo, dejar el Starzurraspas el mismo domingo o el lunes por la mañana, en plan despedida a la francesa -y me envíais la tortilla sin depilar a mi casa, cabrones-.

No llamó el sábado. No llamó el domingo. Es curioso que mientras que yo me tomo mucho margen para actuar sobre los demás, jamás pienso que ellos lo harán conmigo. Si no me llamaron el domingo es que estaba perdido. Punto. Ayer lunes hablé con un supervisor y le expresé mi intención de dejarlo -porque el domingo me quemé mucho, en varios sentidos-, pero comprometiéndome a no hacerlo de golpe, sino dando una o dos semanas de plazo, en consideración a lo apretados que están de personal y que, al fin y al cabo, con alguna casi insignificante excepción han sido muy majetes, proponiéndoles incluso que hasta que les envíen gente nueva no me importaría, en esta semana o semanas, hacer alguna hora de más, a sabiendas de que ni las pagan ni ya tendrían que devolvérmelas. O sea, que me ofrecí gustoso como sujeto explotable.
Cuando llego a casa y me dicen que me ha llamado el de la librería y que cuenta conmigo...se me cayó el mundo a los pies.

El dilema es el siguiente: o aceptar el curro como dependiente en la librería-kiosco, muy mal remunerado de inicio -650 euros/mes neto- pero con la promesa -de palabra, no figuraría en el contrato, es decir, una cuestión de confianza personal- de incrementarse a 900 en un plazo indeterminado -"tres, cuatro, cinco meses, para premiar la estabilidad y si vemos que funcionas"- y dejar con el culo al aire a mis compañeros del Starbucks, a quienes he dado mi palabra de dejarlo tratando de ocasionarles el menor quebranto posible, es decir, haciéndolo en un plazo de dos semanas, que se preveen fuertes...o cumplir el compromiso adquirido con anterioridad y renunciar a trabajar vendiendo Jarrypóteres, Diezminutos y los 17 últimos libros escritos este año por César Vidal, pues hay que reconocer que la condiciones salariales son draconianas, lo que implica que en una o dos semanas estaré sin trabajo y tendré que ponerme a buscarlo en un momento tan poco propicio como enero.

Esto de no ser ni anarquista epistemológico, ni liberal, ni viva la Virgen en general, y plantearse estas cosas no como meramente asuntos económicos, como transacciones comerciales sin más, un yo te vendo mi trabajo por sueldo x, en las condiciones que sea y por lo que ofrezcas, que yo acepto un euro menos que todos los demás, caínes todos en el festín de los manchesterianos voraces e insaciables, y devanarse los sesos en cuestiones éticas -palabras dadas, compromisos adquiridos, bienestar de los compañeros de fatigas- y estéticas -preferencias de actividad- y no sólo crematísticas, es una mierda.

Debo tomar una decisión en menos de dos horas. Coprófago en apuros...meideimeideimeideimeideimeideimeidei...

P.d.: observo que aquellas entradas que considero más interesantes suscitan, en líneas generales, menos comentarios que las que a priori y en mi opinión lo son menos. Claro que no descarto que sea cuestión de longitud. Para que digan que el tamaño no importa.