Bien pensado no tengo así ninguna fobia especialmente reseñable...O al menos ninguna cuyo nombre conozca, que en la práctica viene a ser como si en verdad careciera de miedos patológicos. En estos casos el hecho de ser veraz no me exime de estar proponiendo sólo falsedades. No soy buen disertador y ni tan siquiera competente exornador, de modo que no seguiré por aquí.
Anoche me estrené como tipo-encerrado-en-ascensor. Prescindiendo de la enojosa cuestión de cuánto tiempo llevaba sin estrenar nada -razón de muchos de los frustrantes comienzos que se dan hoy día- la experiencia tuvo, como casi siempre en mi vida, cariz de estrambote y acompañamiento de insondable majadería. Y esto es así porque hay que ser animal para abigarrarse cinco personas en un ascensor modelo "Zulo Elevator 1970", de las cuales tres me superaban en masa corporal -pero yo soy más fuerte-, desatendiendo la perentoria y a la postre inútil advertencia de máxima carga que lucía ostensible en el interior de la minúscula cabina. Es curioso que quien únicamente objetara con timidez algo fuera J.L.S., el físico leninista adicto a los lubrificadores, tanto por el hecho de plantear reparos ante la comisión de un despropósito como por el hecho de hacerlo mesuradamente, cuando lo habitual habría sido algo como: "¡Que se suba vuestra p. m. en esa caja de lata con cables, gili...! ¡Me voy a por glicerina, perras!". Los demás nos apretujamos como borregos y ni siquiera reaccionamos algunos cuando en lugar de al cuarto piso el ascensor comenzo a hundirse lentamente emitiendo un lastimero crujido de impotencia. Detenidos y encerrados, Jaime arrancó a sudar, Néstor a hacer cábalas sobre la previsible factura del servicio de asistencia, Lucía a tratar silenciosa de contener la inminencia de una apremiante micción, Jose...Jose es un misterio salvaguardado bajo un cráneo rosáceo y yo a lamentar que para una vez que me sucede una cosa así lo haga en compañía de unos colegas en vez de unas completas desconocidas, jóvenes, atemorizadas y necesitadas de mi temple en estas circunstancias.
Me merece una creciente estima la inhabitual facultad de algunos de mis amigos para reírse (casi) de todo, con todos y ante todo. Una profesora de Lengua y Literatura que tuve en 1º de Bachillerato trataba siempre de inhibir nuestra natural jocosidad adolescente con la machacona reiteración de "la risa abunda en la boca del necio", lo que no hacía sino redoblar nuestro descojone y la intensidad de la satisfacción que obteníamos. Las carcajadas de anoche durante una situación desafortunada, ridícula y potencialmente angustiosa me reconcilian en cierto modo con más cosas de las que cabría intuir dada la aparente nimiedad del hecho.
¿Quien hizo las fotos con el móvil? ¿Néstor, Lucía o Jaime? Sería divertido ilustrar la entrada con alguna de ellas.
17.8.06
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Las fotos las hicimos con el Móvil de Lucía. A la espera de su revelado y el cuelgue del corto, mantendremos fija nuestras miradas en este nuestro blog. :D
La buena esencia se guarda en frascos pequeños,coño,si fuimos por unos minutos buena esencia....Chavales...si tenía que quedarme con alguien encerrado en un ascensor...tenía que ser con vosotros....¿Alguno sabe quien fue el que me dió vaselina en el ojete?
Publicar un comentario