
El Amor.
Enamorarse.
Jo, que chungo, ¿no?. Pasa poco, poquísimo, poquisísimo, rara vez, de ciento a viento.
¿Por qué? Porque sólo las personas especiales logran producir esa conmoción interna, y son pocas, poquísimas, poquisísimas.
Pues no, nenes. Vais a ver ahora si no caga más un buey que cien palomas:
¿Cuántas personas podemos llegar a conocer a lo largo de nuestra vida? No más de 1200 o 1500, aproximadamente.
Como somos la mayoría unos cafres cargados de prejuicios no nos interesaremos más que por un género. Para no alargar esto abordaré la cuestión para el caso de varón heterosexual.
Si llegamos a conocer 1500 personas, el porcentaje entre los sexos se repartirá en un 60% hombres y 40% mujeres, o quizás más descompensado aún el tema del lado de congéneres masculinos. Pero quedémonos con el 60-40. Es decir, 600 mujeres.
El porcentaje de población homosexual está por el 10 o 15% del total. Quedan 510. Se puede objetar que el que no haya posibilidades de mantener una relación sexual no excluye que uno pueda llegar a pillarse. Lo cierto es que no suele pasar.
Excluyamos a la familia, que normalmente representa entre el 5 y el 20% de las relaciones personales de uno. Cojamos el 10% de media. Quedan 450.
2/3 de nuestras relaciones sociales se dan con gente de nuestra franja de edad, entendiendo por tal una horquilla de hasta diez años arriba o abajo de la nuestra. De las 200 personas que no lo son hay que descontar el 10% familiar y el 15% de personas de orientación ssexual distinta a la nuestra. O sea, unos 150 menos. Ya sólo permanecen 300.
Una parte no desdeñable de nuestros conocidos no pertenecen de inicio o dejan de hacerlo a lo largo del tiempo a nuestro entorno socioprofesional y cultural, con lo que se reducen sustancialmente las posibilidades de confraternización y de acceso al conocimiento del otro. No menos de la mitad del total en cualquier caso. Andamos por las 150.
¿Con quienes , dentro de este grupo ya reducido, podemos querer acercarnos más, aun sin contemplar la posibilidad de un contacto íntimo? Con aquellas que no nos supongan un conflicto o una renuncia. Se descartan compañeras de amigos, mujeres ya comprometidas con otras personas, etc, una reserva mental casi automática para minimizar el sufrimiento que se derivaría de una frustración. Y así llegamos a no más de una cincuentena.
Una existencia media contempla, calculo, entre 1 y 12 enamoramientos. Menos es imposible y más muy excepcional. Quedémonos con 6. No he leído a Marco Aurelio, y dudo que jamás vaya a hacerlo, pero gracias a Aníbal el Caníbal sé que deseamos aquello que tenemos cerca; y, añado yo, que estamos en condiciones de poder desear. Si tenemos 50 sujetos aproximadamente accesibles y susceptibles de despertar cierta reacción emocional y sabemos que la experiencia en que se concreta dicha reacción la viviremos una media docena de veces en la vida, llegamos a la conclusión de que nos enamoramos del 15% de las personas de las que podemos hacerlo. Son una minoría, cierto, y por eso se mantiene la apariencia de excepcionalidad, pero no es un porcentaje tan exiguo para que en rigor hablemos de casos verdaderamente extraordinarios.
Un 15%. No está mal. De hecho es la leche.
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