29.8.06

Alatriste


Ya iba siendo hora de que alguien reparase en las posibilidades de dramatizar otros episodios de la historia de España que no fueran la Guerra Civil, el franquismo o la transición, campos donde además con excesiva frecuencia han prevalecido las opciones maniqueas y simplistas sobre las reconstrucciones rigurosas desde que vivimos en democracia, sobre todo en el sentido de idealizar la vida en el campo republicano y de algunos componentes de la izquierda, y que conste que lo escribe un socialista convencido.
Nuestra filmografía histórica anterior a las películas de Vicente Aranda en las que predomina la visión del pasado de España como el Reino de la Jodienda Inveterada y Permanente es nada más y nada menos que la ominosa producción de época franquista, infumable en el aspecto histórico, artístico y falaz, deleznable y vomitiva en lo ideológico.
Ahora, por fin, alguien se ha mostrado dispuesto a dejarse los cuartos y hacer una inversión de relativo riesgo contratando profesionales competentes para llevar a las pantallas episodios de una de las historias nacionales más emocionantes, complejas, fascinantes, atractivas, aterradoras y trágicas de todo Occidente, al menos hasta el siglo XIX -por lo de espectacular digo, entendiéndolo como grandes empresas de alcance global, batallas a saco, aventuras en tierras inhóspitas...lo de Marruecos fue una insufrible pérdida de muchas cosas sin excesivo beneficio ni grandeza alguna y sucesos como los del 98 algo sencillamente penoso y humillante, un abuso tan descomunal que poco se puede rodar ahí-, y con más potencial para proporcionar espectáculo y entretenimiento, porque eso debe ser en general el cine, no terreno para la pedagogía o, más comúnmente, los discursos programáticos, para eso están las bibliotecas, librerías, periódicos, televisión y mítines, aunque si se dispone de medios, conocimientos y entereza moral también se puede incluir.
Ya contaré que tal salió el temita. Si a alguno le apetece ilustrarse por su cuenta, John Huxtable Elliot pasa por ser el mayor especialista en el siglo XVII español, sobre todo en la medular figura del Conde-duque de Olivares; el típico hispanista británico filoespañol y algo conservador en su manera de trabajar pero que desde luego domina en serio el tema y expone con claridad.

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