4.5.06

La chica del Cercanías

Todos los miércoles, alrededor de las ocho de la tarde, espera al final del andén 2 de la estación de Cantoblanco. Invariablemente escoge el vagón de cabecera. Primer dato relevante: mira, o cree mirar, hacia el futuro; es, o cree ser, vanguardista.
Se dirige al piso superior del vagón, en el que ocupa, siempre que puede, un asiento en la parte izquierda, en una fila centrada, junto a la ventana. Antes que ninguna otra cosa vierte una oblicua mirada azul a través del cristal hacia el andén ya vacío. Ignoro lo que busca; ni tan siquiera estoy seguro de que busque algo, pues nada ha de encontrar. Me gusta contemplar la idea, sugestiva por inverosímil, de que espera hallar el rastro de su sombra, lo que me daría un segundo elemento decisivo: no puede, o quiere no poder dejar de ser, nostálgica; se considera, o quiere considerarse, romántica.
El tren echa a andar sin ninguna clase de sacudida, lo que hace desaparecer, maldita técnica, la posibilidad de utilizar una manida pero siempre efectista comparación, del tipo: la locomotora se puso en marcha repentinamente, con una fuerte sacudida, como la de su corazón al reparar en...
Vanguardista y romántica, busca, encuentra y extrae de un amplio bolso de hilo negro un libro. Tercer dato: le gusta leer, o le gusta que vean que lee, y no es muy exigente con el lugar en que lo hace, lo que indica que o bien le gusta mucho leer, o necesita imperiosamente que se vea que le gusta leer, o que prefiere evitar el riesgo plausible de una conversación indeseada mostrando su dedicación a la tarea lectora.
Es un volúmen pequeño pero de cuidada encuadernación y diseño: la colección Compactos de Anagrama. Cuarto dato: libro de bolsillo. Racionaliza el gasto en ocio o no dispone de recursos sobreabundantes para emplear en tan prosaicos menesteres, además de buscar comodidad en vez de ostentación de sus intereses e inquietudes intelectuales.
No me cuesta reconocer el nombre del autor: Raymond Carver. Necesito agudizar la vista todo lo que puedo para leer el título, pero no consigo distinguirlo con claridad. Por su extensión y por lo que parecen signos de interrogación colijo que se trata de ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?. Es un libro de relatos tristes, pesimistas hasta la náusea, descorazonadores, que le dejan a uno abatido, ensombreciendo el desierto con su hiperbólico alarde de desazón y, también, desconfianza y resentimiento hacia el ser humano, al norteamericano por lo menos. Una visión unidimensional de la vida, insuficiente por tanto, falsa al fin, pero por lo general menos irritante que la mayoría. De un ex alcohólico y suicida fracasado hubiera resultado poco creíble otra cosa, y se ve que entre toña y toña leyó reiterada e intensamente a Poe, Chéjov, Joyce y Faulkner, algo siempre edificante y aleccionador. Cabría señalar que tampoco habrían desentonado Quiroga, Borges, Bioy Casares, Onetti, Rulfo, Cortázar, Monterroso y otros cuantos buenos cuentistas sudamericanos en ese repertorio, pero estamos hablando de un estadounidense: entre ellos sólo los neoyorquinos judíos los leen, y casi exclusivamente a Borges. Quinto: no tiene mal gusto, o amigos que la asesoran relativamente bien, pero corre el riesgo de perderse en un cierto elitismo cultureta nihilista y autocomplaciente.
La voz mecanizada que declama con agradable asepticismo el nombre de mi estación de destino -Nuevos Ministerios- anuncia también que de nuevo no podré terminar de conocerla, o de especular con la posibilidad de hacerlo más allá de mis habituales pobres y vagas suposiciones. Distraída la resignación con el apremio de la frenética multitud que me empuja fuera del tren apenas si tengo tiempo para percatarme de que - no es la primera vez- su marcha continúa rumbo al Sur.

2 comentarios:

NSTR dijo...

Incluso Sherlock Holmes tendría envidia de tus habilidades deductivas. Ya sólo te falta juntarte con alguien que se encargue de comprobar la veracidad de tus observaciones, de modo que cuando te confirme la corrección de tus suposiciones puedas decir: "Elemental mi querido Watson".

Anónimo dijo...

Y al final.......... qué pasó con la chica del Cercanías???
España quiere saber ;-)