Rodia en el trullo: la verdadera historia. I, Contexto sociopático

Ante los intentos de chantaje que he recibido amenazándome con revelar etapas de mi pasado si no accedía a mantener relaciones sexuales con una desquiciada cheerleader de los Celtic de Boston -Miss Camiseta Mojada 2006 del condado de Yoknapatawpha, de donde es oriunda la susodicha, siendo algo muy digno de encomio dado el carácter ficticio de la localización en sentido estrictamente geográfico, pero a quién le importa eso tratándose de una mcm-, he decidido tomar la iniciativa de hacerlo yo mismo, tratando con este relato veraz y comprobable de anticiparme y en la medida de lo posible desacreditar las versiones apócrifas del episodio que saldrán a la luz, algo inextricablemente unido al aumento de mi notoriedad en Internet -sobre todo en los foros especializados en cetrería, interiorismo y depilaciones definitivas-.

Corría el anno domini de 2000 y aún el mundo palpitaba de medievalismo en las postrimerías del reinado de Bill Clinton, el Presidente de la Única Gran Potencia que con tanto esmero hacía que le limpiaran el sable (Nstr). Al otro lado del Atlántico, en el país entonces llamado ¡España! y ahora españaseacaba, un renovado fervor nacional lanzaba a las masas de tejedores ha confeccionar banderas rojas y amarillas para su prominente exhibición como símbolo del impulso de nacionalización de las masas -que luego dio en ser nacionalizador de cojones, pero no sólo de un tipo de nacionalismo, a mayor beneficio de ERC y PNV- que pretendió auspiciar el gobierno.

Al margen de las grandes corrientes de la Historia, un grupo de bandarras que frisábamos la veintena nos obstinábamos en sestear por la vida de la mejor manera posible, inmersos en una rutina resumida en un acrónimo: BHOS, que no desarrollo por temor a la brigada de delitos en la red de la Policía Nacional pero que tenía la gracia de disfrazar irónicamente nuestra mediocridad con la ilusión fonética de la "jefatura". En aquellos tiempos de vino peleón y rosas con espinas como cimitarras, de stock options y memorables triunfos en la Champions para el madridismo, yo aún no era reverenciado por las enfervorecidas multitudes que me escoltan de mi Trabajo nº 1 a mi Trabajo nº2, y no pasaba de ser un gigoló de U.V.A., un Adonis de la mustia banlieue que nos cobijaba, un ejemplar más -si bien apolíneo y extraordinariamente dotado- de lo que Nicolás Sarkozy llamaría "escoria". Yo era, en definitiva, un mierda acomodado.

Habiendome estúpidamente despedido lanzando venablos incomprensibles de una disciplina académica que ni se me daba mal, ni se me hacía insoportable y ni tan siquiera me aburría en exceso, el verano vislumbrábase como un intermezzo feliz entre posta y posta para la comitiva de diablos que como polizontes indiscretos y bulliciosos recorren a mi costa el viaje criminal que perpetro y al que en mis días buenos llamo "matándome a vivir" y en los demás "suicidio de ir viviendo".

En ese momento se cruzó en el camino, por absurdo que parezca, un puesto de helados.