Wiesler, capitán de la Stasi eficiente, riguroso y convencido de la necesidad y la rectitud de su tarea es un hombre de gris mediocridad humana, un acabado producto de un régimen de plúmbea apariencia y aún más enfermiza sustancia al que encomiendan la vigilancia de una destacada personalidad de la cultura de la RDA, el escritor y dramaturgo Georg Dreyman y de su esposa, la actriz Christa-Marie Sieland. La sospecha pende sobre cada individuo y los intereses más heterogéneos y mezquinos bastan para sembrar la duda y fiscalizar la vida de cualquier hombre o mujer, reducidos a la calidad de súbditos. Wiesler se aplica con su celo habitual en una misión en la que su férrea y aparentemente inquebrantable convicción se someterá a la diáfana realidad del régimen brutal para el que ha trabajado toda su vida con consecuencias imprevistas.
La turbia presencia de un indefinible aire de amenaza se enseñorea del metraje de la película mientras la incredulidad cede paso al miedo y éste a la certeza del horror, catarsis dolorosa pero de liberadora toma de conciencia en una atmósfera oclusiva, asfxiante e impregnada de la irremediable luz mortecina que se agota en la triste opacidad del hormigón y el cemento uniformizador hipócritamente urdido por la dictadura por la que velan los hombres grises de la Stasi y su red de complicidades construida sobre las miserias cotidianas de una población atenazada por el miedo.
Una historia soberbia, un thriller trepidante y una esperanzadora visión de la capacidad del hombre para resistir y ser libre, a pesar de todo.
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