
Al bueno de Mel, como a todo ferviente militante de causas cuya inspiración se dirige a cuestiones trascendentales, la vida, y la Historia, que es donde ésta sucede, se le representa como la inextinguible pugna entre principios antagónicos, fluctuantes en la forma pero invariables en la sustancia, y esta visión contenciosa de la existencia, de disputa que a veces incluso adquiere tintes de depredación inmisericorde, es la que refleja en sus películas, que son simples como el mear y en ocasiones igual de placenteras, con uno de esos deleites pasajeros e insustanciales que alivian y reconfortan en un momento determinado sin hacer más mella en el alma que una pulga en la carrocería de un tanque.
Y, eso sí, el pavo es un hacha del marketing. Sabe vender sus productos como nadie. Como en este mundo demencial que habitamos nunca falta nadie que se sienta atacado u ofendido por cualquier cosa por peregrina que sea y fanáticos ansiosos de reclutar prosélitos o de hacer simplemente ostentación de radicalidad no faltan en ningún lado, Mel ha contado con la inestimable ayuda promocional de quienes han visto en una película que, en realidad y salvando las distancias, es una variedad selvática de El Fugitivo, un atentado contra la dignidad de los pueblos y culturas mesoamericanos y las civilizaciones precolombinas. Es cierto que Gibson se recrea en los aspectos más sórdidos, morbosos y truculentos de estas sociedades, reproducidos con cierto barroquismo y muy en plan película de aventuras, que al fin y al cabo eso es de lo que se trata -a mi me recordaba a Indiana Jones y el Templo Maldito en alguna secuencia especialmente macabra-, pero exageraciones aparte, no son una invención, y la acusación de simplificación no está justificada porque no se pretende hacer una película histórica ni un documental de investigación. Lo que late en esas críticas es el fetichismo que existe en muchos lugares, no tanto geográficos como ideológicos, de la conquista como la llegada de los males y el fin de sociedades pacíficas y armoniosas, una grosera invención que oculta la realidad histórica con la intención de exonerarse a sí mismos quienes las promueven y difunden de responsabilidad y disculpar sus propios fracasos. Resumiendo: no se es más guay ni moderno ni progre de la muerte por reconocer que también había, por decirlo simplonamente, indios malos, o que la explotación del hombre por el hombre no la inventaron los europeos ni fueron los españoles quienes la establecieron en América -al menos en buena parte de ella. (Del mismo modo que, por mucho que algunos se empecinen, si que existe una dosis nada despreciable de responsabilidad en la civilización occidental, que no es algo que tomase forma hace 2000 años y se haya mantenido sin modificaciones, sino que lleva todo ese tiempo construyéndose, por la situación actual del mundo, y a quienes tienen poder de decisión les convendría hacer algo efectivo en vez de parapetarse en administrar parabienes, buenos deseos o, lo que es peor, esgrimir absurdos fantasmas de colisiones entre civilizaciones y cosas así) . Recuperando las palabras de Geoffrey Parker en El éxito nunca es definitivo: "los pueblos, como los individuos, a menudo prefieren no recordar partes decisivas de su pasado, sino aquellas otras que ilustran -y halagan- mejor la imagen que tienen de sí mismos".
Sencilla, bien ambientada, trepidante en ocasiones, debidamente descabellada por momentos. Entretenimiento sin complicaciones, efectivo y perfectamente prescindible.
3 comentarios:
La película puede no ser histórica, pero en tal caso, creo que es pretenciosa. Por las caracterizaciones, el vestuario, el que hable en el idioma original, todo en general, hace pensar que te intenta reflejar con exactitud esa época y esos pueblos. Y el mensaje que transmite desde el mismo comienzo de la película (a mi entender) es que esos indios eran unos degenerados decadentes y llegó la justicia de Dios encarnada en los conquistadores españoles defensores de la única, auténtica y misericordiosa fe.
Lo que más me molestó, era la casquería, con una pretendida idea de realismo y como muestran a la tribu invasora, sin un atisbo de humanidad. Meros degenerados que se regozijan contemplando los sacrificios de forma frívola. Y aunque históricamente podamos no querer buscarle las cosquillas, cuando en todas sus películas unos personajes son tan exageradamente malos y otros tan exageradamente buenos, pues ofende un poco.
La peli en sí, es entretenida, y es, como dices bien, como el fugitivo, y muchas imágenes son espectaculares, porque ha puesto ahínco en la caracterización y los recursos visuales, pero nada más.
Salu2
Hombre, pero lo de la pretensión, que es algo difícil de comprobar sin preguntarle al autor, dpende de lo que uno se deje pretender, ya me entiendes.Yo la veo como una pelicula de aventuras donde, efectivamente, los buenos son muy buenos y las malos unas hijos de puta redomados. Pero así suelen ser esas películas donde no hay enseñanza, sino entretenimiento, lo que ya es mucho -y una noble intención, casi tan noble como la de ganar dinero-.
La pretensión la veo, como mencioné antes, en esa imagen de realismo extremo, ya sea por la caracterización, por la casquería más salvaje o por la versión original.
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