9.12.06

Lugares soñados


Era una noche ventosa y, antes de que mi retina registrara nada, me arrebató un sentimiento de absoluta felicidad: mis narices recibieron el golpe de lo que, para mí, había sido siempre su sinónimo, el olor de algas heladas. Para algunos, es la hierba o el heno recién cortados; para otros, los aromas navideños de las agujas de coníferas y de mandarinas. Para mí, son las algas heladas, debido en parte, a los aspectos onomatopéyicos de la propia unión de términos (en ruso, un alga es un maravilloso vodorosli) y, en parte, a un cierto absurdo y un oculto drama subacuático en esa noción. Uno se reconoce a sí mismo en ciertos elementos; en el momento en que aspiré ese olor en la escalinata de la stazione, dramas y absurdos hasta entonces ocultos se convirtieron en mi fuerte.

Joseph Brodsky, Marca de agua.

No hay comentarios: