El barón debía estar algo despistado cuando manifestaba aspirar a vivir en una sociedad con una "historia aburrida", lo que entendía como signo de prosperidad. O bien pudiera ser nada más que Charles Louis fuera un soso. Como dijo el doctor House en el capítulo del pasado martes: los que hablan con Dios son religiosos pero aquellos a lo que Dios les habla están psicóticos perdidos, y tres cuartos de los mismo cabría decir de quienes tienen línea directa con las diversas formas que habitan en el Más Allá, de modo que me quedaré con las ganas de saber si Montesquieu fue un triste en vida o simplemente soltó una boutade para amenizar una velada gris en algún salón de baile dieciochesco. Y es que vivo en una sociedad que aúna dosis considerables de prosperidad con ingentes cantidades de diversión.
Capítulo uno: ¿Quién dijo que la misa es aburrida?
El pasado domingo fui a misa. Como suena. Rodia en misa. Y no comulgué porque guardo un mal recuerdo de la ostia pegada al cielo de la boca el día de mi primera comunión (13/5/1990). Digamos que el Cuerpo de Cristo intentó adherirse con fiereza a mi ser, pero no pudo resistir la obstinada tenacidad de mis lengüetazos. Y es que en aquella jornada de exaltación espiritual aprendí que no hay nada en la vida cuya resistencia no pueda ser vencida por unos cuantos lametones.
Mi ateísmo no es fundamentalista y como en todo de lo que participo no tengo interés alguno en realizar esfuerzos proselitistas. Pero la curiosidad y la convicción de que en cada cosa late una profunda comicidad me arrastra a codearme con cuanto pudiera rechazar, aunque sea a mi desapasionada manera -o no tanto, según el caso-.
Resido en la línea divisoria de dos mundos. No me pongo alegórico: Madrid apareció descrita en una guía hace años como la ciudad de las fronteras invisibles, y el tiempo transcurrido ha acentuado esa realidad. Hay calles que son fronteras. La Avenida de Machupichu y la Calle Silvano, por ejemplo. De un lado el Parque Conde de Orgaz; del otro Los Llanos de Hortaleza y Villarrosa (Hortaleza über alles...) Parte importante de esa frontera la forma el conocido como "parque de Silvano", en cuyo centro, pero del lado de Machupichu, se encuentra una moderna parroquia. Por cierto que el único tramo de parque asfaltado es el perpendicular a la Iglesia, así que en una extensión de más de un kilómetro quienes unicamente no se embarran los días de lluvia para ir de un lado a otro son los feligreses de la parroquia. Cuestiones de política municipal, vamos.
A lo que iba. Tras la lectura de unos breves pasajes de algún evangelio, el grueso de la homilía del párroco versó sobre cuestiones muy de este mundo. Eso sí, de un "este mundo" pasado por el tamiz de una visión poco ecuménica y retratado a través de un prisma muy peculiar. La política educativa y las relaciones con la Iglesia Católica del actual Gobierno de España. El oscuro caballero -no es una valoración: que van de negro es un hecho contrastable- arremetía desde el púlpito contra el "laicismo" que se "quiere inculcar de cualquier manera en la conciencia de nuestros hijos" (sic -el nuestros pudiera dar lugar a maledicencias-) . Despúes, en lo que parece una práctica en extensión en el mundo eclesiástico, instaba a cierta desobediencia civil -hacendística- a los presentes recordándoles que ellos que no estaban de acuerdo con el aborto contribuían con sus impuestos a que existiera, y por lo tanto era obligación del Estado financiar a la Iglesia a pesar de la aconfesionalidad, pues además esa no era tal, sino que al parecer el gobierno paga el material escolar de religión islámica a los hijos de familias musulmanas mientras que discrimina a los católicos y, más allá aún, el Estado tiene una deuda difícil de cuantificar con la Iglesia ya que, según este hombre, ellos ahorraban 5000 millones de euros al año a las arcas públicas y a cambio recibían "dos millones y medio".
Reponeros...
Si, flipante. Y lo mejor es que sucede cuando una lamentable reforma del gobierno socialista les coloca en mejor situación que antes. El Estado no sólo permite que una parte de los impuestos de aquellos ciudadanos que lo quieran vayan a manos de la Iglesia, haciendo así de intermediador necesario para su sostenimiento económico, sino que además realizó el año pasado, por ejemplo, una aportación directa de 36 millones de euros. Luego están los 3000 millones de euros que van cada año a la educación concertada, un bochornoso residuo de importancia cuantitiva enorme en el sistema público de enseñanza que funciona como cantera de reproducción ideológica del conservadurismo -lo que ni mucho menos significa que quienes pasan por ellos emulen en comportamientos y principios a quienes los rigen, pero existe la posibilidad- y que supone un deterioro notable de la enseñanza al desaparecer los mecanismos de acceso al profesorado que garantizan la capacitación objetiva del mismo. Añadámosle el dinero para la conservación del patrimonio, su situación fiscal privilegiada, etc. Esto son persecuciones y no lo de Nerón, dicen.
Y desde luego es horrible que a los pobres chavales se les vaya a explicar los valores de la constitución, declaraciones de derechos humanos, los principios de la ley de igualdad de género, y todo eso tan chungo, en lugar de las reconfortantes dosis de catequesis a cargo de los presupuestos generales del Estado, desde luego mucho más edificantes para los corazones piadosos que ignoran que las ayudas escolares se adjudican siguiendo criterios económicos y no étnicos, religiosos o culturales, además de que buena parte de las mismas las conceden las administraciones autonómicas y no el ministerio.
Pero al fin y al cabo resulta cómica la exageración con la que se pasan por el forro de la sotana el octavo mandamiento de la ley mosaica -no dirás falso testimonio ni mentirás- y la inagotable capacidad para seguir tergiversando la realidad tras tantos siglos; la resistencia a entender lo que significa una sociedad civil y el rechazo a la aceptación del hecho de que la Iglesia católica es una cosa y el Estado otra -los tiempos del Concilio Vaticano II quedan más lejanos que los del I pese a su mayor proximidad cronológica-. Siempre resulta más facil infringir las leyes a quienes se arrogan la condición de únicos intérpretes, jueces y ejecutores perpetuos e incuestionables de las misma. No conviene bajar la guardia, pero también tiene su gracia.
Quedan varios capítulos, pero este se me ha alargado ya mucho de modo que lo retomaré esta noche intentando ser más sintético.
23.11.06
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario