6.10.06

307

Nunca aprendemos nada - salvo que somos incapaces de enmendarnos o al menos precavernos ante ciertas circunstancias-.
Y nos sabemos impotentes.
Nunca aprendemos nada.

Las cifras no son mágicas, no revelan ni sugieren; constatan -y en eso no hay misterio, salvo que la contabilidad corra a cargo de taumaturgos-. Mejor dicho: constatan que se ha llevado su cuenta. Nada más.

Una suplantación. Pero no me sublevo ya. Corrijo: no me sublevo, ya que tengo por costumbre no hacerlo.

Y ahora, ¿qué?
Nunca aprendemos nada, así que todo -de nuevo todo; el viejo hábito del "de nuevo", reincidentes habituales, ignorantes con vocación de aprendices ineptos, porque, ¿hay algo acaso más trágicamente inepto que un aprendiz que no sabe aprender? (y tal vez, sólo tal vez, no exista de qué o quien hacerlo)

Nunca aprendemos nada.

Y tan contentos de hacer que no tenemos ni idea de todo esto.

No hay comentarios: